Cine-mundial (1920)

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CINEMUNDIAL El Guardarropa de las Protagonistas Por JOSEFINA ROMERO CON el serenamiento de las turbulencias de la media estación y la entrada definitiva de la primavera, no faltarán, seguramente, espíritus resueltos dispuestos a abordar de lleno la cuestión y preguntar que ^-qué necesidad de ropas ni de guardarropas tienen las protagonistas? Aun cuando los partidarios de semejante "reforma" podrían comenzar por remontarse iil período del Génesis, e invocar en sti favor autoridad tan respetable como la de los precedentes bíblicos — para no decir nada de las bendiciones que habría de conferirle a una humanidad oprimida por la desordenada carestía de la existencia — es indudable que no t.irdarian mucho en verse envueltos en dificultades que hay no pocas razones para esipiivar. La primera de todas sería ponerlos en conflicto con los reglamentos de policía, y llevarlos, a despecho de la alta autoridad bíblica, a continuar su misión reformadora en el reformatorio correccional. Aparte de las consideraciones de esta índole, es imposible pasar por alto el aspecto estético de la cuestión, porque si bien es cierto que las creciones de la moda son cada vez más soberbias, también lo es que la belleza del cuerpo femenino no tiene rival. Y si sometiéramos el punto a votación, en una forma más o menos concreta, y preguntáramos, por ejemplo, cuál de los dos hombros del retrato de Pearl White que aparece a todo el largo de la página era más hermoso, muy pocas personas declararían en f.tvor del que se esconde bajo el ancho cueIl(t de piel del extraordinario abrigo de armiño en que se envuelve la maravillosa actriz. Y no faltaría quien nos diera todo el regio armiño de la prenda, por el humano fragmento de hombro de Pearl White que (Iiscuhre. ^^P^l ^^^^^M^ ^mI^^H ^^^^^^^B '<»' ^^^^^1 ^r.^v' /^^ W''^\/ ^ i ^j . ^^^M m 'iw' '^^^^^^^^1 La policía, sin embargo, insiste en que la humanidad se cubra, y las grandes modistas de Francia proceden a decirnos cómo. Porque acaso más grave que pretender la vuelta al traje paradisíaco sería el presentarnos fuera de moda en un mundo en el que parece que todas las artes se combinan y todas las agencias conspiran para poner a nuestra disposición toda clase de primores. Trajes, abrigos, pieles, joyas, sombreros, calzado, adornos como los encajes más finos y los bordados más raros, aplicaciones metálicas n de seda, accesorios como los abanicos y las plumas: apenas si hay una sola de las pro vincias consagradas al embellecimiento femenino que no nos ofrezca maravillosos prodigios de belleza. La silueta de la hora es sseñaladamente amplia, tan amplia que no hace esfuerzos por disimular su origen, pero importantes como sin duda alguna son las líneas, los accesorios son tan suntuosos y tan variados que constituyen parte esencialísima de la moda. A decir verdad, hoy basta con saber escoger y aplicar los adornos para transformar cualquier traje en espléndida creación. Los tafetanes y los géneros listados a l;i escocesa son las tales preferidas para la mayoría de los trajes, sin que ello implique que hayan pasado de moda la jerga y las diversas variedades de crespones. En cuanto a los adornos los plegados, de todas clases, en todas formas y para todas las ocasiones, parecen estar a la cabeza de la lista. Como sucede siempre en los períodos de transición o de reajuste social, la natural desorganización aneja a toda situación indefinida se refleja también en el mundo de la moda. Y así, en vez de siluetas precisas, de prendas de corte uniforme y de adornos más o menos parecidos, tenemos a un mismo tiempo una variedad tan grande de corrientes y tendencias que en ocasiones hasta en las exhibiciones de modelos de una misma casa encontramos representadas las modas más contradictorias. A decir verdad, no hay razón para que no sea así, sobre todo cuando simultáneamente con ese espíritu de independencia de las modistas parece haberse corrido la consigna de que, no importa hasta qué grado de originalidad llegue cada cual, el principio fundamental de la hora consiste en obtener de todos modos efectos notables de suntuosidad y de belleza. * Entre las novedades de que nos hablan las últimas noticias de París, acaso la más interesante sea la tendencia a substituir el uso de las flores con el de las legumbres y laá frutas en el adorno de los trajes, y aun cuando no hay realmente razones válidas para ' que la innovación no se haga popular, hasta ahora la mayoría de las personas parece continuar en la creencia de que por muy atractivos que resulten los pimientos o las zanahorias en el ala de un sombrero o el corpino de un traje de tarde, siempre serán más atractivos en la mesa. ¿Y quién duda que, a despecho de las teorías de Ibsen, la mayoría no tenga razón en este caso? ■ 1 |yi ^wbhH ^^B £-^^^^^1 1 1 1 ^1 I^^^^^^^H H ^BJÉ?'' .;gH!rig^^^H Norma Talmad^e, a la cabeza de su propia compañía, cuyas películas se exhiben bajo la marca del "Primer Circuito". JüNio, 1920 < Descripción de las ilustraciones La mantilla ha sido siempre una prenda tan satisfactoria, que no hay razón para que su uso no se extienda en el sentido de cubrir los hombros de Constance Talmadge y trans Constance Talmadge, favorita del "Primer Circuito" formar al punto un traje de escasos merecimientos propios en eficaz aliado de su misión de gracia. No menos inii>ortante que la mantilla, el abanico es también una prenda histórica, que tiene la distinción de haber figurado en la historia antigua, de figurar en la moderna en compañía de Norma Talmadge y de prepararse a continuar figurando en la del porvenir. 1 La silueta de la hora es señaladamente amplia, tan amplia que no vacila en pregonar a los cuatro vientos su arcaica procedencia, pero importantes como sin duda alguna son las líneas, los adornos son tan suntuosos que bastan de por sí para hacer de cualquier traje una creación deslumbradora. 2 Con semejante cabellera (y semejante negligée de corte cómodo y bordados en el pechero y a lo largo de la prenda, de un gracioso corte de casulla) no es de extrañarse que Pearl White, a la manera del héroe e historiador de las guerras clásicas, venga, nos vea y nos conquiste a todos en seguida. 3 .lunto a la columna estriada, diría un cronista impresionable, se alzaba la sin igual columna de Pearl White, que con su traje de raso glaseado, de ancha banda fruncida y favorecedor escote cuadrado, montaba guardia ante el vaso, seguramente lleno de Uno de esos néctares que, gracias a la ley de temperancia, se nombran hoy con tan diversos nombres. 4 Entre las numerosas y variadas funciones que puede tener un gran abanico de rizadas pluma> figura la de ocultar compeltamente el corpino del hermoso traje que a su vez trata de ocultarnos los singulares encantos de Pearl White. La falda (puesto que ésta es lo i'mlco «pie se ve) está bordada en un atrae| > PÁGINA 565