Cine-mundial (1920)

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CINE-MUNDIAL I i /-yf^^ LA histórica ciudad de Antequera, ' ilr*' patria del heroico Rodrigo de Nar! ^^^^ váez, cuna de la famosa Escuela poética del Siglo XVI y templo donde se consagraron eminentes literatos y artistas, existió siempre para el Teatro verdadero cul' to y jamás faltó un lujoso y amplio salón donde actuasen notables compañías de zarzuela y verso. Cuando las películas invadieron, con dominio casi absoluto, las ciudades y villas de ' España, sirviendo de explotación para que audaces empresarios ganaran miles de duros, no fué Antequera de las últimas en cultivar ■ el género que desde un principio tuvo admi' radores entusiastas. Los primeros espectáculos de esta clase se llevaron a cabo en el mismo Teatro, adquiriéndose un buen aparato que se colocó en ' uno de los palcos centrales; pero luego el ■ Jefe de Policía, un buscavidas al que llama' remos don Celestino Piedrabuena, reflexionó que era un buen negocio construir un salón amplio, con toda clase de comodidades apro ' piadas, destinado exclusivamente para Cine. Dicho y hecho. Poco más de seis meses ■ duraron las obras y examinadas por el ar' quitecto, no tardó en tener a su disposición i el permiso en forma de la Junta de EspecI táculos de la Provincia, que por cierto no es : de las que tienen manga ancha en lo que se , ' refiere a lo ordenado por la Ley en materia : de construcción de estos edificios. Desde la primera semana el público respondió con exceso, pues todas las noches se quedaban muchos pretendientes a especta ■ dores en plena calle de Maderuelo, sin po' der entrar por venderse todo el papel en la i taquilla. Don Celestino estudió el medio de que no se apagaran aquellos entusiasmos y • que el fuego sacro de la afición ardiera el 1 más tiempo posible, beneficiando su bolsillo. '• Recordó que el "Cinema-Concert" había i! establecido un gran sistema de anuncio, haciendo circular por las calles figuras o atri I butos de cartón piedra, que reprodujesen es i cenas de las películas de serie más notables, o aludiesen al titulo. Cuando se presentó 1 "El sombrero de copa", presentó sobre artístico carrito una bimba descomunal. Al exhibirse "La moneda rota", paseó sobre una especie de trono una moneda enorme, y "La máscara roja" se anunció con una figura, o I maniquí, con antifaz y capuchón de ese color. Esas invenciones, no muy costosas, servían I de propaganda, aunque alguna de ellas no se libró de las pedradas de algunos de los cen i tenares de chiquillos que iban detrás gritando y gesticulando, al compás de los murguistasque gastaban sus pulmones soplando los instrumentos de viento, más escandalosos que armónicos. La película, primera de series que don Celestino iba a presentar en el nuevo Cine, lera la titulada "Los conejos blancos", pro Juuo, 1920 <— ■ cedente de una casa italiana, cuyos episodios no tenían gran interés, pero que iban salvados por el talento de los intérpretes. Proyectó el Jefe de la Policía antequerana fabricar sobre unas andas una fortaleza, en cuya parte superior había una especie de jaula de madera, pintada de negro y capaz para contener media docena de conejos blancos. Acudió al escultor Palma, un artista de tanto mérito como modestia, para que le dibujase el monumental artefacto, que a su vez se hizo por un adornista malagueño, discípulo del Maestro Guirval. Sólo faltaban los conejos y estaba proyectando encargarlos, cuando se apercibió de ello un estudiante apellidado Antúnez, que no pecaba ni por tonto ni por corto de genio. Apenas supo éste que los conejos se habían encargado a un colono de una huerta próxima, que tenía predilección por la cría de esos animalitos, se presentó a él y le dijo: — .\quí vengo, señor Jeromo, de parte de mi tío el empresario don Celestino, que por mediación de un amigo suyo ha encargado a usted una media docena de conejos. — Es verdad. Por cierto que me he visto negro para encontrarle seis que fuesen blancos y rarejos. Ar fin los tengo ya metíos en la conejera y se los llevaré en cuanto su merced los quiera. ■ — A eso vengo yo, a llevármelos. ¿Y qué precio les pone usted? — Como son gordos y saludables, ya criaos, no los puedo dar menos de a cuatro pesetejas el par. — Caros me parecen. — Pues ni una perra chica menos. — Corriente, con tal que sean presentables, estamos de acuerdo, pues el señor Empresario paga bien las cosas cuando lo merecen. — Mucho me alegro. ¿Si quice osté verlos? • — No es necesario. Cójalos usted y vamos al Cine con ellos, que mi tío estará impaciente. Echóse el campesino la carga al hombro y juntos se dirigieron al Salón, al cual llegaron cerca del anochecer. Era Domingo y estaban en la función de tarde. D. Celestino estaba en un palco con un amigo. Desde la puerta del salón lo buscó .\ntúnez con la vista. En seguida, dirigiéndose al de los conejos, añadió; — Allí está don Celestino. Voy a decirle que está usted aquí. Efectivamente, subió al palco y el señor Jeromo vio que hablaron un corto rato. Bajó después -\ntúnez y le dijo: — Me ha dicho el Empresario que tome usted las escaleritas arriba y le pagará; pero que como no es cosa que suba con los conejos, que me los dé y yo los encerraré en el patinillo. Mi hombre estuvo conforme y el estudiante con los conejos, buscó la salida por la puerta falsa que el Salón tenía, al lado del patinillo a que hizo referencia. Subió el campesino al palco y el Jefe de Policía, llevándoselo a los corredores le dijo: — Vamos a ver, ¿qué animalejos son esos? — Ya lo sabe usted. Unos conejos. — ¿Y cuántos eran? — Seis mu gordos y mu hermosos. — ¿V para cogerlos ha sido preciso saltar alguna tapia o algún vallado? — No, señor. — Pues, ¿dónde los tenia? — En la cuadrilla. — Bien, ¿y no tiene usted idea de quién sea el ladrón? — ¿Cómo el ladrón? — El que los ha robado. — Si a mí no me han robado ninguno. Vengo a cobrar los seis conejos que usted encargó y que acaba de llevarse su sobrino, el que hace poco le ha estado hablando. — Pues, señor Jeromo, siento decirle que yo no tengo que pagarle nada, pues ese joven no es mi sobrino ni le conozco siquiera y sólo vino a decirme que deseaba hablarme un campesino a quien le habían robado unos conejos, para formalizar una denuncia por robo de esos animalejos. Inútil es añadir que el estudiante tomó el camino de Granada y que el señor Jeromo sólo se consoló a medias buscando otros seis conejos para que se utilizasen en el anuncio ideado por el Empresario y Jefe de Policía. TENEMOS EL HONOR... (Viene de la página 627) en la carretera un vagón repleto de terneras destinadas al matadero y, por las exclamaciones que ese encuentro provocó en Madge, comprendí que amaba a los animales. Llegamos al taller y nos dispusimos a tomar la famosa fotografía. No habían pasado diez minutos, cuando ya estaba convencido de que Madge era popularísima allí, lo mismo entre los directores, fotógrafos y electricistas, que entre los carpinteros, tramoyistas y trabajadores todos del inmenso colmenar. A cada uno de ellos lo conocía por su nombre de pila, y todos contestaban amablemente a su saludo. Era el milagro de aquella sonrisa, de aquella simpatía que ya había yo notado en la hermosa artista y que esparce por todas partes una atmósfera de "bonhommie" y de optimismo. Mientras llegaba el fotógrafo, pregunté a Madge qué le gustaba más, si el Este o el Oeste, y con gran sorpresa de mi parte me contestó que el Oriente, aunque ella sea originaria de California. — Es verdad — me explicó — que California es muy hermoso, pero el centro de actividad está en el Este y hay aquí sitios tan hermosos, pintorescos y agradables como en el Oeste. . . por ejemplo, en el condado de Westchester, en Nueva York. — Tiene usted muchísima razón, señorita — le. repliqué — y la prueba de que somos de la misma opinión, es que yo vivo en ese Condado. Madge se echó a reír, encantada. Nos dirigimos a la puerta del taller, donde un señor de edad tiene a su cargo el guardar la entrada e impedir que pasen adentro los que no tengan derecho a ello. Este inofensivo cancerbero se llama Harry y, a propósito de él, me dijo Schoemberg que, una vez, le había cortado el paso, tomándole por un intruso. — A mí también me detuvo una vez — exclamó entonces Madge. (Continúa en la página 657) -> PÁGINA 63»