Cine-mundial (1920)

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CINEMUNDIAL do, sea quien fuere. Ahora voy a informar a usted c|ue en el "Kelix Portland"' luiy una gata, lo cual nadn tiene de particular. Esta gata sintióse indispuesta hace un par de semanas, cosa también natural en verano, se -fué a un rincón del sótano y dió a luz cuatro gatitos, de los cuales tres i>erecieron en un cubo de agua. Jugaba yo con el sobreviviente en el escritorio del hotel cuando se acercó lílasco Ibáñcz. \'ió el minino, lo acarició y dijo: — Lo parió la gata, ¿eli? — Pues no, señor. Lo parió esa dama — respondí yo señalando a la telefonista. * * * OAI.I del "Félix Portland" dispuesto a ine*^ terme en el "América", en donde había sentado sus reales el novelista después de los disturbios mencionados. En estas cuestiones de reportajes lo esencial es llegar a la fuente de información. Blasco Ibáñez era esa fuente. Como el diario norteamericano de la fáliula, podía decir que "él no sólo daba las noticias, sino que las creaba". Pero luego pensé que e! lance podría tornarse desagradable. Eso de irle a Blasco, que no se distingue por la dulzura de su caríicter, con embajadas de esta índole, no resultaba muy halagüeño que digamos. ¿Cómo iba a preguntarle yo si era o no cierto que lo habían llamado botija verde? ¿No corría el riesgo de que me echasen del "América" a cajas destempladas? Y si e! "Maestro", como le llama .\Ibuerne, se irritaba— y lo probable es que se irritase — ¿no habría peligro de que la entrevista terminara como el rosario de la aurora? — Tengamos la fiesta en paz, Hermida — me dije prudentemente y resolví que lo más acertado sería ir a recoger impresiones en el banquete-homenaje, donde todo el mundo se portaría con mesura y se podría obtener noticias sin exponerse a agresiones ]iersonales. * * * EFECTIVAMENTE. En el banquete todo fué cordialidad. . . hasta que se iniciaron los discursos. Uno de los oradores, el señor Pérez del Camino, se empeñó en demostrar que Blasco Ibáñez a veces se contradecía. Esto hizo pésimo efecto en algunos comensales, que ya esperaban verlo tratando de probar que en Europa había habido guerra hacía poco tiempo. No obstante, el señor Pérez insistía en sus demostraciones y, para no dejar lugar a dudas, nos espetó varios discursos pronunciados en Méjico por el novelista español poniendo a aquella república por las nubes y sosteniendo, a lo que parece, una tesis contraria a la expresada en los artículos del "Times". Un comensal mejicano sentado frente a mí, que había empinado el codo más de lo debido, al oír aquellas frases de cariño y admiración hacia su patria, se lanzó a aplaudir estrepitosamente y no se contuvo hasta que un paisano le llamó la atención de que estaba tributando aplausos al propio Blasco. * * * H.\UL.\NDO en serio por un momento, cabe preguntarse: ¿A qué obedece esta inquina contra Blasco Ibáñez? Hay quien cree que todo es envidia. Blasco ha triunfado: razón suficiente, a juicio de algunos, para atacarlo. Entre los que viven de la literatura, o aspiran a vivir de ejia, quizás haya algo de eso. Es elemento con poco campo aquí y pasa muchos aprietos. Desconoce por lo general las modalidades del país y vegeta a la sombra de la colonia, trasplantando a Nueva York muchas de las rencillas y pequeneces que son el arma de Caricatura, o lo que sea, del célebre novelista español hecha por uno de los resentidos, huésped también del hotel tantas veces citado. El dibujante la trajo a la redacción y casi imploró que se le publicase, porque estaba seguro, según dijo, "de que a Blasco no le agradaría". combate del hampa literaria en la América Latina, España y todas partes. Pero el proceder de Blasco ha liecho mala impresión, por lo que he podido observar, entre gran parte de los latinos que nada tienen que ver con esas cosas. A éstos no puede tachárseles de envidiosos. Los triunfos literarios les importan poco o nada, y en cuanto a rendimientos monetarios, a millares se cuentan los iiispanoamericanos en los Estados Unidos que ganan más, en el curso tranquilo de sus negocios, que Blasco Ibáñez con todas sus jiras y novelas. Estos elementos ven en Blasco a un gran literato español que se cansó de decir en escritos y discursos que Méjico era un país calumniado, que los Estados Unidos no conocían a Méjico, que cuando lo conociesen todo .sería paz y concordia, y que él era el hombre llamado a descorrer el velo y poner las cosas en su lugar. Todo eso era un cuento de camino, por supuesto, pero sonaba bien. El problema entre Méjico y los Estados Unidos entraña el desenvolvimiento natural de fuerzas económicas en pugna. Roosevelt trató de resolverlo y lo mismo hizo Taft. Wilson, a pesar de lo que se opine del otro lado del Bravo, hizo un esfuerzo realmente heroico por darle solución justiciera, captándose con este motivo la antipatía del elemento influyente dentro y fuera de su partido. Huelga decir que el problema estaba y está fuera del alcance de todos los Blascos habidos y por haber. Si los Estados Unidos intervienen en Méjico no será a causa de este o aquel hombre, este o aquel artículo, este o aquel diario. Y exactamente lo mismo si no intervienen. Si en noviembre va a los comicios en Norte América un tercer partido con programa liberal y demuestra en las elecciones que tiene fuerza en la opinión, el peligro desaparecerá por el momento. Si no sucede así, en el programa intervencionista se registrará un alza. De modo ijue Blasco no podía adelantar ni demorar los acontecimientos. Sobre esto no hay divergencias de criterio. Es más: como aquí es costumbre pagar bien porque firmen artículos cuanto quisque adquiere alguna celebridad, ya sea un campeón de pugilismo, una actriz cinematográfica, o un señor que se dedique a comer yerba en el parque, muclios norteamericanos estaban en la creencia de que con Blasco se había seguido la misma pauta y sólo se convencieron de que los artículos eran producto de su phmia al publicarse la serie de sandeces que se le ocurrieron al reseñar para el "World" las sesiones de la Convención Republicana. De aquí que los indignados con Blasco no lo estén por el efecto que pudieran tener sus artículos en la opinión, sino porque no había necesidad alguna de hacer el caldo gordo a los intervencionistas tan a las claras. Nadie le exigía eso. Su firma, y no lo que dijese, era lo esencial para el sindicato periodístico que compró su colaboración. Y aun en el caso de que su misión en Méjico no hubiese dado el resultado apetecido, lo de todo buen jugador era barajar, dar de nuevo y a otra cosa. Para abreviar: se le tacha de haber cometido una charranada gratuita; haber hecho una pelotilla innecesaria. AHORA se preguntará el lector: ¿en resumidas cuentas, quién tiene razón? ¿Dijo o no la verdad Blasco Ibáñez en sus artículos? Si dijo verdad o no, yo no lo sé, aunque me inclino a creer que sí la dijo; pero de lo que están absolutamente seguros los que protestan es de que no dijo toda la verdad. Y si es así, en un hombre como Blasco, que conoce la propaganda y hace alardes de ello, no hay disculpa posible. Porque, ¿sería justo juzgar el imperialismo inglés ateniéndose exclusivamente a las matanzas de Egipto y la India? ¿Podría uno formarse idea exacta del régimen de gobierno francés por las carnicerías de Gallieni en Madagascar? ¿Fueron los campos de reconcentración en Cuba un exponente fiel del dominio español en América? ¿Es que no hay en los Estados Unidos otra cosa notable que los linchamientos? En fin, ¿sería justo o lógico juzgar al propio Blasco Ibáñez por las veleidades de sa trato personal? Jorge Hermida. EL TAUMATURGO", fotodrama dirigido por John Loan Tucker para la Empresa "Famous Piayers-Lasky", ha reportado utilidades fabulosas en los mercados extranjeros, al extremo de que se calcula en más de un millón de dólares el rendimiento por ese concepto. Sólo en la Gran Bretaña la película dejó $500,000, y entre el Canadá y Australia cerca de $300,000. En los Estados Unidos, "E! taumaturgo" ha producido hasta la fecha la enorme suma de $1.150,000. Esta es la cinta que hizo a Thomas Meighan estrella de primera magnitud y puso a Betty Compson entre las favoritas con elenco y empresa propia. -> PÁGINA 703