Cine-mundial (1920)

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CINE-MUNDIAL MISS TEMPTATION {viene de la página 701) LA FACTURA DE ARGUMENTOS. . (viene de ¡a página 7041 a las manos unidas encomendaron la expresión de lo que por íntimo apenas si con la casta dulcedumbre de esa caricia lograban decirse sin profanarlo. . . Dios mío, parecía que todo era un sueño. . . Sentirse embriagada así junto a un hombre, acariciar sus manos, gustar sus labios, abandonársele toda entera, y saber que él saboreaba en la serena paz de ese momento lo que con tal efusión le ofrecía ella: su alma que, en desnudez maravillosa, ni en velos de falsa modestia se recataba ni con la sombra de una concupiscencia se oscurecía. Cuando sonaron en el reloj las diez, acordóse de que ante todo era aún la enfermera y quiso hacerle acostar. Pero tanto suplicó él, y tan cuesta arriba se le hacía a ella dejarlo, que se convino en prolongar la velada una hora más. Y a la última campanada de las once, como la disposición de separarse siguiera faltando a entrambos, no hubo él menester de mayores argumentos para convencer a Miss femptation de que la virtud está en el término medio, el cual en el caso presente no podía ser otro sino dormir como en el hospital, separados apenas por un biombo. De esta manera el sueño que ella tan empeñosamente le recetaba sería de veras reparador y benéfico, pues que lo conciliaria con la blanda seguridad de tenerla cerca. Despertó sobresaltada, pareciéndole que la llamaba, e incorporándose a medias apartó el biombo. Nó, el silencio era completo. La luz del amanecer empezaba a filtrarse por las ventanas. Apenas si la respiración acompasada del convaleciente llegaba hasta donde ella, tenuísima, como rumor que pugnara en vano por concretarse. Miss Temptation saltó de la cama, y echándose apenas una quimona, fué a espiar al enfermo. I Qué guapo era y cómo lo quería ella! Tanto, tanto que no supo resistir a la tentación de darle un beso, y luego otro, y otro, y muchos. . . sin parar mientes en que lo despertaba. . . Abrió él los ojos sonriéndole, y devolvió los besos al mismo tiempo que uno de sus brazos la enlazaba castamente por el cuello. Avergonzada de haber interrumpido el sueño de su paciente con tales niñerías, quiso retirarse, y trató de separar el nudo blando y firme que ya formaban ambos brazos de él en torno a su cuello. — Bueno, terca, te suelto si me das otro beso. — Era él que, sintiendo que iba de vencida, quería capitular, honrosamente. Sellóse la paz, y cuando Bertha, haciendo un mohín de enamorada lagotera y dichosa, se disponía a retirarse, la quimona, resbalando traidoraraente, ofreció a los ojos del hombre el regalo de aquel seno. El hombre no fué dueño de sí; levantóse de un salto, dio alcance a la vergonzosa, tomóla entre sus brazos besándola una y otra vez y murmurándole con voz glotona que ella sólo hasta entonces le conociera: Bertha, rica, mi Venus Magnífica. . . Y la pobre Venus con alma de Julieta se resignó. Que fuera éste, que fuera' otro iqué más daba! Su amigo el pintor de Greenwich Village había estado en lo cierto. . . No, no, con ese cuerpo era imposible pensar sólo en los claros de luna. Y además, después de todo ¿por qué no? Acostó, 1920 < luiya incertidumbre en el ánimo del público respecto a sí los protagonistas vencerán o no el obstáculo que a su dicha se opone. Además, si deseamos que nuestra idea tenga todas las cualidades que para su completo éxito son necesarias, tengamos en cuent;i que el plan ha de contener asimismo el "elemento de sorpresa". Sí nuestro héroe, por ejemplo, está despidiéndose de nuestra heroína antes de partir a un largo viaje, y repentinamente, el traidor aparece con una pistola en la mino y la apunta a los enamorados, ordenándoles que alcen las manos, surge el elemento emotivo y hay incertidumbre acerca de lo que vaya a suceder. Y si. después, el traidor obliga al héroe a ponerse contra la pared con las manos en alto, mientras él trata de raptar a la joven, y aquél— que se ha ido acercando poco a poco a un sitio que queda precisamente debajo de un gran cuadro colgado en la pared— súbitamente coge una pistola que estaba oculta tras de la pintura y, amenazando con hacer fuego contra el traidor, domina nuevamente la situación, entonces habremos logrado provocar una exclamación de sorpresa en los espectadores, merced a este inopinado recurso gracias al cual la heroína se salva de las garras de su enemigo. Tengamos en cuenta, no obstante, que estas sorpresas deben ser lógicas y no inverosímiles, ni traídas de los cabellos — lo cual nos haría caer en el ridículo y convertiría la obra en una farsa— es decir, que deben tener apariencia natural y ser tomadas como tales por el público. En este artículo hemos enumerado los elementos que deben estar incluidos en una trama para tener probabilidades de éxito. En el próximo que aparecerá en el número de septiembre de CINE-MUNDIAL, indicaremos Ip que una buena trama no debe nunca contener. "EL DOMINADOR" (viene de la página 700) alerta. Sin embargo, era evidente que se sentían cansados, pues ya era tiempo de que Renard estuviese de regreso. — Tengo que fumar, le guste o no — dijo uno de los obreros, que se llamaba Sueny. — No fumes aquí — protestó el otro. — No soy ningún imbécil — replicó el primero— ni quiero que volemos todos. Fumar aquí entre tanto barril de pólvora sería una estupidez. Voy allá afuera. Quédate tú vigilando a ese tipo. Unos veinte minutos después. Renard en contró íi Sueny, paseándose a corta distancia de la cabana. — 'íQué significa ésto? — preguntóle Renard.— No te dije que te quedaras con tu compañero vigilando a Dupont? — Xo hay cuidado— replicó Sueny. — Tracy está ahí dentro. Lo que pasó fué que yo no he cenado y tenía muchas ganas de fumar un cigarrillo, y por eso salí. Pero no dejará Tracy que se le escape el pájaro. Renard y él se dirigieron, pues, a la cabana. Pero, al entrar, vieron que tanto Dupont como Tracy habían desaparecido. El bandolero, en el colmo de la ira, miró en torno suyo y sus ojos se detuvieron en un papel escrito que había encima de uno de los barriles Renard se apresuró a leerlo. Decía: "No podía ya aguantar sus ojos, que me perseguían para hipnotizarme y le di un palo en la cabeza, lo metí en el barril y me largué." El recado estaba firmado por Tracy. — -Eso era lo que debíamos haber hecho desde el principio— dijo Sueny por vía de comentario, después de enterarse de la nota. — Teníamos otros planes — contestó Renard —pero la cosa ya no puede remediarse. Moviendo el barril de un lado a otro, se convenció de que había alguien dentro y, en su cerebro pervertirdo por el crimen, surgió una idea. — Vamos a rodar el barril hacia afuera — dijo a Sueny. Ambos sacaron el barril de la cabana y lo hicieron rodar hasta el borde de un barranco de las cercanías y lo arrojaron al precipicio. Renard vio cómo la barrica iba dando tumbos de roca en roca, destrozándose por el camino, hasta ir a parar al torrente que mugía en el fondo. — Me parece que ya no nos darás más guerra. Roberto Dupont — dijo con aire diabólico— y el jefe me va a felicitar por haberte despachado en esta forma. . . FIN DEL OCTAVO EPISODIO RESEÑAS Y ARGUMENTOS (viene de la página 707) tado risibles escenas. Sin embargo, el ardor de la joven obtiene el triunfo para el viejo y ella y Rodolfo celebran la victoria plantándose un sonoro y mutuo ósculo, que es el preludio de la próxima boda. Publicidad y Reclamo "Una comedia dramática en la que hay para hacer reír y para hacer estremecer" — "Quiso elegir a un alcalde a fuerza de justicia y se salió con la suya, a pesar de las carcajadas y burlas del vecindario". No se aluda mucho al argumento que, por su carácter político, tal vez no constituya un atractivo, pero anuncíese con confianza la películ-a en lo que tiene de sentimental, ya que es de lo mejor que ha presentado la casa manufacturera. Tres altos funcionarios de la "Howells Picture Corporation'*. De izquierda a derecha: Sr. Mario Luporini, Sr. David P. Howells, presidente de la empresa, y Ferdinando Luporini. Los hermanos Luporini se han colocado, de un año a esta parte, a la vanguardia entre los exportadores neoyorquinos de material cinematográfico. > PÁGINA 732