Cine-mundial (1920)

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C I N E ?íl U N D I A L HISTORIAS Y NOVELAS Carta Abierta al Diredor de Cine-Mundial M rl DISTINGUIDO compañero: Asi como se dice que cantada y en italiano gana mucho la Moral, es posible también que ganen algo ciertas verdades si se dicen en forma epistolar, género confianzudo qué se presta a desenfados e intimidades al parecer de orden privado, pero, a las veces, publicables por virtud del criterio condescendiente y amplio del que recibe tales documentos y además dispone de páginas a imprimir no sujetas a timoratos cartabones de publicidad ñoña, sosa y tonta. Jorge Hermida, nombre que trasciende a overaíl literario bajo del cual se esconde, a lo socarrón, un espíritu irónico que sabe situarse más allá del Bien y del Mal, comentó, en la edición pasada de su revista, el jaleo cucológico-reporteril que se armó en torno del novelista Vicente Blasco Ibáñez, cuando éste, de su regreso del país de los Aztecas (y no de los Incas, como escribieran en cierta revistilla fofa), escribió artículos de sabrosa información mejicana para el "Times". Tales comentarios de Hermida, tejidos con zumbona habilidad de prosista fácil, ágil y un tanto más cuanto desvergonzado, moviéronme a escribirle esta carta a usted, que, por ser el Director, sabe muy bien quiénes son, y qué puntos calzan, sus colaboradores. ¿Verdad que sí? Bueno; pues ese jaleo casero que sirvió para exhumar lirismos de ínfima clase, tenía su propósito, su meta, su ideal. Un ideal práctico, contante, administrativo. . . Porque si hemos de creer que "no se mueve la hoja del árbol sin permiso de Dios", ¿por qué hemos de dudar que se muevan ciertas plumas sin permiso del estómago? No hay que asustarse mucho. Todo es bisnes en materia de actividades. Religiones, literaturas, políticas, revoluciones, periódicos, libros, discursos, banquetes. . . mercancías son que se prestan al tráfico. La cuestión es saber empacarlas de modo que puedan venderse. Un articulejo, por mal amañado que esté, puede tener la "fuerza de venta" de un jamón; una semblanza puede equivaler a cinco suscritores; un bombo desaforado a un caudillo o a un Gobierno funambulescos acaso establezca una correspondencia con Debe y Haber, y así por el estilo. Dos procedimientos suelen ponerse en juego para la extracción de ganancias "sentimentales": el bombo y el palo, y ambos pueden ser socorridos, según, cómo y cuándo. La adulación ("botafumeiro" y adjetivorrea) es el procedimiento más desacreditado al presente, ya que el abuso de esta publicidad abarrota de mercancías los mercados, produciendo sensibles bajas. Los que, siguiendo la trayectoria de este curso comercial, rasguean sobre el papel para los linotipos, se resignan a producir estas baratijas a sabiendas de su escaso valor; no se hacen ilusiones; saben que los tiempos son duros, las voluntades también, pacotilla los productos que expenden y bolsas blindadas la demanda ajena, que se vuelve cínicamente exigente para comprar. Sin embargo, estos mercachifles, más con sudores de la vergüenza que por la calidad de la manufactura, logran fabricar y colocar sus artículos en las innumerables tiendas de "five and ten Septiembre, 1920 < cents" que en todas partes funcionan, para lo cual prescinden de todo linaje de pretensiones. Son a modo de turcos ambulantes, que llevan a cuestas el bazar con aire de resignado cansancio, las espaldas en curva, la sonrisa en los labios. No pueden ofrecer ingenio, que es artículo caro, y ofrecen adulaciones envueltas en papel de estraza. Los otros, los que sacuden latigazos, buscan al marchante desde casa; no se prodigan; proceden con cierta dignidad; conocen las debilidades del prójimo; cuentan desde luego con el buen éxito porque saben descontar de antemano el mal que fustigan, y su fuerza radica en el escándalo, el único y tremendo pecado mortal de toda sociedad "decente". Pegan con una mano y reciben con la otra, y terminan con uno para comenzar con otro. Para realizar operaciones productivas por medio de este procedimiento que, como el primero, es de estira y encoge, requiérense talento, audacia, cultura. Como que significa hacerse pagar mercancías "negativas", lo que es un colmo. Finalmente, no me atrevo a negarle, anticipándome a su pregunta, la existencia de algunas plumas en funciones de honradez. Puede que las haya; pero ese es otro bisnes que ahora no es del caso. También la honradez es un filón no despreciable. A lo que iba, y perdone usted, señor Director, estas divagaciones. Como se trata de una carta en la que apunto y no disparo, es natural que las ideas salten entre los renglones sin dejarse echar el guante, tal que si fueran colegialas traviesas en horas de asueto. En el cotarro periodístico en que cacareó, claro está que "galleando", un desaprensivo compañero, el que suscribe ha podido advertir una cosa curiosa: la influencia, el contagio que ejercen ciertos métodos didácticos en el ánimo rutinario de algunos. Me explicaré. En la fracasada controversia a que me refiero, el mentado periodista dio la pauta de su "virtualidad" profesional con una fresquez apabullante. ¿Me permite usted, señor Director, que cite, sin que la cita caiga en la Administración de la revista, el método Ollendorf? Citado queda ese admirable libro rompecabezas que, en este caso, ha hecho "escuela". Prosigo. El ilustre novelista Blasco Ibáñez, que había llegado a Méjico en circunstancias de relativa bonanza política (los asaltitos a los trenes, las partiditas de rebeldes y los fusilamientos de ciudadanos indefensos ya no tenían importancia. . . por aquello de que hasta en el Infierno se encuentra buen acomodo al cabo del tiempo), regresó a esta ciudad aturdido todavía por las detonaciones de una descarga brutal que dio al traste con un Presidente y con un Gobierno. Entonces, el hombre, a requerimientos de un gran diario, tomó la pluma de reportero y contó, lisa y llanamente, lo que jamás se le imaginara que podría suceder en tan breve tiempo, tan de sopetón y con tan incivil descaro. . ., precisamente cuando los amigos y cortesanos le iban zumbando a la oreja las excelencias políticas, militares y económicas de un régimen próximo a reventar. Y entonces, como si en el vecino país no hubiera pasado nada, una revistilla hizo que se indignaba contra las informaciones de Blasco Ibáñez, tachándolas de apasionadas y perjudiciales. ¿Quién le metía a él, novelista de "andar y de ver", a juzgar una situación nacional que se desarrolló y reventó en menos de los cuarenta días que duró su viaje por aquellas tierras? ¿Era capaz, el autor de "La Bodega" — esa maravilla de observación — de escribir informaciones periodísticas acerca de acontecimientos mejicanos desarrollados a la luz del día, entre tiritos, defecciones y correrías por los campos y las sierras? La respuesta no era dudosa. Era capaz Pero. . . Pero, ¿y si, en la natural contradanza de las pasiones políticas que todo acontecimiento de esta índole despierta, quedaba alguna claraboya por donde huronear alguna "luz"? "Luz, luz, que se perdió un peine" — solían exclamar, a las tantas de la madrugada, en los bailes de rompe y rasga, los madrileños guasones y hartos de juerga. Lo mismo en el caso Méjico: luz... ITna luz al gusto, como la que proyectan, sobre la escena, los reflectores en los teatros. Y como resultaba materialmente imposible rebatir los argum.entos de Blasco Ibáñez, primero por su veracidad y luego porque no todos andamos tan sobrados de talento como de audacia, pues se recurrió al plagio. Y lo notable, lo chusco, lo gracioso y des ' pampanante en toda esta pelotera alrededor de unos sólidos tacones de un escritor de y en primera fila, fué el método Ollendorf "a que antes hacíamos mención. Por ejemplo: Blasco Ibáñez escribía que el personaje Zutano, de la izquierda, era tan bruto como sangriento era el de la derecha y amoral el del centro, y además lo demostraba? Pues, bien; en vez de darle un rotundo mentís al informador, argumentando con fundamento histórico, se le contestaba invariablemente por el mentado método Ollendorf: — ¿Tiene usted mis calzoncillos? — No, señor; pero su cuñada de usted tiene viruelas. ¿Dijo Blasco Ibáñez en el "Times" que el militarismo mejicano era tan zafio como ignorante, como, al fin, improvisación bufa de un caos político, y que la revolución abundaba en escenas tragicómicas, de opereta vienesa? Pues se le contestaba que él hizo malos y sucios negocios en la Argentina, que sus novelas de la "segunda" época no valen, que el estilo se resiente, y que, en lo personal, el autor de "Los Cuatro". , . es un tío marrullero, despótico y avariento. En tanto, sigue en pie que Méjico, hace diez años, consume su vitalidad entre sangrientas y continuas revoluciones, y que, a consecuencia de tal libertinaje, nacionales y extranjeros han sufrido injustamente en sus vidas y haciendas. ¿Se comprende el "sistema"? Es un sistema de engaña-bobos; pero cada cuál sabe dónde le aprieta el zapato. Lo malo es que, a pesar de ]o escrito por Blasco Ibáñez; a pesar de las "defensas" pro (Continúa en la página 821) > PÁGINA 782