Cine-mundial (1920)

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C I N E M U N D I A L De cómo Bessie Love perdió una vez el apetito Por EDUARDO GUAITSEL < )Y. (li;i (le la fedwi. he decidido un hablar ni de Rico, ni del Respondedor ni del poderoso antoinóvil, aunque no sea más que para que haya variedad en estos interesantes entrevistas. Pero, antes de entrar en materia, creo de mi deber aclarar que no tengo nada que ver con la Sección de Interrogaciones, o como se llame; que no soy pariente de ninguno de los demás miembros de esta Redacción y que me lastima profundamente en mi amor jiropio el que me confundan con alguno de ellos. He dicho. Y, ahora, va de historia. Supongamos que el lector fuese lectora y. además, estrella cinematográfica de primer orden y que estaba sentada en cierto comedor privado, a una mesa en torno de la cual sus amigos y admiradores se liahían congregado para agasajarla y hacerle pasar un rato de alegría; que todo marchaba a las mil maravillas y que el banquete iba hacia la mitad. Tal es el escenario. Las viandas son ex([uisitas y los caldos no menos sabrosos. Lí)S convidados ríen, cantan, bromean y se divierten. Hay f!ores. . . De pronto, se abre la puerta del aposento y aparece un repórter, con los ojos muy abiertos, cara de susto y piernas kÍlonu4ricas, por el estilo de las de. . . (por poco falto a mi promesa) y en medio de la expectacitm general, pregunta con acento melodramático: — ¿Dónde está el cadáver? ¿Qué cara hubiera puesto la lectora-protagonista en esta dolorosa situación? Bessie Love, que fué la heroína del pequeño incidente dramático que acabamos de describir, dice que tuvo que hacer un esfuerzo supremo para no caer de la silla y que, .a pesar de las explicaciones que siguieron a aquella inaudita pregunta, perdió por completo el apetito y rechazó, sucesivamente, dos "vol-au-vents" de pollo, un pastel de manzana y no sé que otras menudencias más que todavía faltaban por consumir. La culpa no era del pobre repórter, que. joven y novato, sólo iba a cumplir con el deber, más o menos sagrado, de ccmdimentar una noticia sensacional. En otras palabra.'-, lo que sucedió fué que una persona que llamaremos "Equis", había sido a.sesinada en Luí Angeles el día de los acontecimientos y que, no habiendo en la redacción del periódico otro repórter a quien enviar en buscí de los datos del crimen, se encargó al novicio de la misión de encontrarlos. — Vaya usted al necrocomio — dijo el Secretario de Redacción al héroe de la historia^ — y averigüe quién es la víctima, dónde la encontraron, de quién se sospecha, y todo lo demás. . . Pero, antes de tomar estos datos, llámeme por teléfono desde la Inspección de Policía para ipie le dé nuevas instrucciones. . . El novicio salió desalado. Pero resultó que, mientras corría a buscar la identidad (le Equis, llegó a la redacción el repórter de policía, y el Secretario — -que no tenia mucha confianza en el otro — le ordenó (pie tomara a su cargo el crimen, aquel. Y cuando el principiante de las piernas largas (: Señor, no me dejes caer en la tentación!) llamó por teléfono comp se le había dicho, el Secretario le advirtió: I Septiembre, 1920 < — — Bessie Love, con cuyos encantos juegan el céfiro y el sol, en una escena de su última película, para la "Andrew J. Callaghan Productions". Es evidente que la producción fué fotografiada durante el verano. — Ya no es necesario (pie visite el \ccrncomio. Hágame el favor de ir mejor a la Sección B del Hotel A.'ejandría y. . . El novato no escuchó más y se lanzó— ^en busca de Equis, naturalmente^a la Sección lí, que era donde estaba Uessie comiendo con sus amigos (y (jue era también donde el Secretario mandaba al repórter, no a buscar cadáveres, sino a hacer la crónica de la fiesta). Y ahí t'enen u.'^tedes. IVni \ifh.i;in(s al momento trágico en (pie < >■■, w t— • T^ Primer tomo (a la rústica) de la vera efígie de don Eduardo Guaitsel, sorprendido de espaldas, en momentos en que trataba de entrevistar a la Pérfida Onda. El segundo volumen de esta obra de arte aparecerá en uno de nuestros próximos números. el susodicho repórter, corto en experiencia liero largo de miemliros, dejaba atónitos a los comensales y sin apetito a Bessie. Pasado el primer instante de sorpresa (como dicen en "El Dominador"), Andrés Callaghan, que estaba presente y que es el Director de la "Andrew J. Callaghan Productions" (para la cual 'hace Bessie Lóve sus películas en la actualidad), hizo entrar en juego sus talentos diplomáticos, diciendo al rejíórter rico en pantorrillas (¡ya la solté!): — Me jiarece que se trata de un ligero error, joven. No es éste un banquete canil)alesco, sino una modesta comida íntima ofrecida a la señorita Love por sus amigos. Si es usted miembro de la prensa, siéntese con nosotros y tomará, no despojos humanos, sino inofensivas tajadas de jamón frío > písteles con salmón. . . VA reiii')rter no tuvo más remedio que sent:nse, auníjue no nos atrevemos a asegurar i|ue el liantpiete haya seguido con la misma animación que antes. . Todo ésto me lo contaba" Bessie Love, con muchísima gracia, en la "Avenida del Pavo Hcal" del Hotel Biltmore de Nueva York. Il>a vestida de azul marino, con un primoroso soml)rerÍto rojo y guantes blancos. Siento no poder decir cómo eran los zapatos o las medias porque, durante todo el tiempo (pie duró la entrevií^ta, mantuvo las extremidades inferiores muy recogidas bajo el diván sobre el cual departíamos amigablemente, mientras ante nuestros ojos desfilaba la flor y nata de la belleza y de la elegancia neoyorquinas. — Voy a traerle a usted unas fotografías para que elija la que más le guste, Guaitsel. —¿Esas fotografías son del banquete famoso. . .? — No; son de mis últimas producciones, . . — ¿Cuál es la última de todas? —En inglés se llama "The Midlanders", de modo que usted tradúzcala al español como le parezca. . . — ¿Y el argumentor" — Muy interesante. . . Parte de las escenas se supone que tienen lugar en Nueva Orleans, y salieron preciosas. Otras son de Chicago, donde la protagonista (servidora de usted) gana un concurso de belleza. . . ¿En Chicago?— interrumpí con malevoK-ncia. — Si, señor; no sea usted descortés. — ¿Y cómo termina la película? — Pu^s, como siempre. . . La protagonista logra alcanzar fama en el teatro, encuentra a un caballero que la ama. . . En este momento nos interrumpió un ujier del Hotel, (pie anunciaba a un señor visitante para Bessie Love. Y tras él vino, con una cara muy sonriente y amable, un joven, a quien Bessie recibió encantada. Y yo me dije para mis adentros: — Apuesto a que éste es el "caballero que ! I ama". IVro no me atrevo a asegurar que sea ni i'i iiéroe de la película, ni el héroe de la vida rea!; conste. El caso es que, viendo que estorbaba, me despedí de Bessie. Y como fui a pie, porque el Biltmore está n un paso de la redacción, ni hubo "poderoso automóvil", ni hubo chauffeur, ni, en consecuencia, hubo moraleja. > P.\c.iNA 786