Cine-mundial (1920)

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CINE-MUNDIAL IOS cuenta cosas de España mientras inedrama en que toman parte varios chinos desaforados Por HERIBERTO J. RICO ola de resonancias el incansable cíiast]uido de la cámara, y hacia ella me dirigí. De repente, alzóse a mis ojos una irresistible ola de chinos rugientes, empeñados en carnicera lucha, y entre la turba trenzuda y entogada, descubrí, presa de la indecisión y el susto, a nuestra cara Marguerite Courtot, en el mismo centro de la alborotada escena. Era tal el tinte de realidad que todo aquello tenía, que a no ser por el lápiz y el papel que estrujaban mis manos excitadas, me hubiese lanzado en galante ataque en ayuda de nuestra Dulcinea, para salvarla de aquella plebe que daba golpes a diestra y siniestra y alzaba amenazadora sus corvos puñales. Y a no ser por un oportuno pinchazo del lápiz que se rompía entre mis manos nerviosas, a esta hora, en vez de la maquinilla, estaría tal vez haciendo uso de lenitivos. . . porque si me lanzo a la lucha y, naturalmente, echo a perder la escena, hasta el Hospital no paro. Estaban filmando una escena de la serie intitulada "Robles Rugientes". . . o algo así, que en inglés se llamará "Roaring Oaks", y que yo con gusto llamaría *'Chinos Rugientes", porque allí son los celestiales los que hacen gala de sus roncas gargantas en derredor de un admirable grupo de estrellas, entre las que descuella con fulgores magnos esta soberana Marguerite Courtot, en su papel de heroína. ♦ ♦ ♦ Terminada la escena, Marguerite vino hacia nosotros, y después de la reglamentaria presentación y un afable apretón de manos, se puso a mi disposición y la de nuestros amables lectores. Voy a decir unas cuantas cositas que a Marguerite pudieran o no gustarle, ya que me dejó ver su injustificada modestia (dos veces injustificada por su derecho al orgullo y porque entendemos que no tiene pretensión alguna). Marguerite es excepcionalmente bella — así, con ese descaro— no podemos menos que decirlo. Sus facciones perfectas y de encantadores rasgos, su dulce garbo, su gracia, su atractiva personalidad, no hallarían en este, mi pobre vocabulario, adecuadas palabras con que describir con la justicia debida sus encantos. Así es que nos regocijaremos detrás de sus fotografías, en las que el lector se deleitará en la contemplación de flor tan lozana y fresca, que con su belleza y sus talentos hace dos veces triunfar las producciones de "Pathé". En estratégica posición, de manera que pudiera deleitarme en la contemplación de Marguerite, cómodamente recostado sobre un montón de maderos, me coloqué en frente de la estrella, y me dispuse al ataque. — Bien, señorita Courtot — me destapé al fin — ; ¿tiene usted la amabalídad de decirme algo de su interesantísimo YO? Todos nuestros lectores albergan una gran admiración hacia usted. Marguerite sonrió con una rara amabilidad, y nos dimos cuenta de que tendríamos con la magnética favorita una charla amena y una interesante entrevista. . . pero vaciló en responder a la pregunta. — Reconozco rjue es embarazoso hablar de una misma; pero es preciso que usted nos diga algo. ¿Cuáles son sus impresiones del reciente viaje a España, donde fué usted a filmar escenas de la producción "Pathé" "Villanías y Romance"? — ¡Oh, sí... Ese fué un viaje ¡ireciciso! — dijo alzando coquelona su graciosa cabecita nuestra Marguerite — -. Estuvimos varias semanas en España. El viaje duró seis semanas. Me gustó mucho España. Es un país encantador. Es una pena el (jue no pudiéramos visitar nada más que el sur de aquella hermosa tierra. Allí tomamos muchas escenas para la película que, a propósito, es mi primera producción de carácter. Teníamos que andar con enormes cuidados en la fotografía de las escenas, pues para ello deliíamos de obtener un permiso especial. L'na de las escenas se desarrollaba frente a una fortaleza, y poco faltó para que nos arrestaran, pues nos suponían espías a caza de secretos militares. Apenas tuvimos tiempo para viajes de recreo, pues no podíamos perder un solo minuto. Nos pasamos todo el tiempo trabajando en la producción, y regresamos inmediatamente después de haber terminado la última escena. Mi deseo era visitar a Francia; pero nos fué imposible. — Esta información es muy valiosa, señorita Courtot, pues nuestros millares de lectores acogerán las nuevas de la próxima aparición de esa película con sumo interés, tratándose de un asunto cuyo campo de acción es España, que a su vez es escenario de sin igual belleza y propiedad para una obra que se dice es muy interesante. — Acabamos de construir una escena típica española en otro local del estudio, y me gustaría que usted la viese, señor Rico — nos dijo Marguerite — . Viste un toque de admirable realismo, y será utilizada para varias escenas de esa misma obra. — Sería muy agradecido el privilegio, y vendré si tiene usted la amabilidad de avisarme cuándo van a tomar las escenas, y si no molesta mi presencia. A propósito, quiero preguntarle, señorita Courtot, ¿ha tenido usted experiencia en las tablas? — No, absolutamente ninguna — contestó ella con una sonrisa — . Toda mi vida de actriz la he vivido frente al lente cinematográfico. — ¿Le molestaría a usted el que un particular le observe mientras trabaja usted frente al lente? — No. No sería intruso el que lo hiciera, ya que, poseída de mi trabajo por completo, no vería al que me observe mientras desempeño mi papel en una escena. — Es extraño, pues tengo entendido que muchas actrices acostumbradas a representar ante numerosos piiblicos, en las tablas, se oponen, sin embargo, a ser observadas mientras interpretan frente a la cámara cinematográfica. Y. . . — añadí — ¿prefiere usted las interpretaciones de series, o de carácter, señorita Courtot? — Prefiero interpretaciones dramáticas, de carácter, a las de series. Muchas veces he tenido que desempeñar papeles de heroínas en obras de carácter, y en ellas actuar escenas de arriesgado atrevimiento que se me antojan más sensacionales que las de muchas series. Recuerdo una en que tuve que ascender las escaleras de escape de un edificio, subiendo con peligro, hasta pisos muy eleva Heriberto J. Rico hojeando CINE-MUNDIAJen compañía de Miss Courtot. Obsérvese la prosopopeya y caída de ojos de nuestro redactor. dos, en algunas escenas, y en otras correr y dar vueltas, romo el que huye de un peligro mayor que aquellos en que se arriesga, por sucios, resbaladizos y traicioneros callejones oscuros. —Entiendo que gran parte del público cree estas luchas y salvamentos típicas escenas de las series, y sólo en ellas presentes; pero he visto películas de carácter repletas de iguales y aun más emocionantes episodios que muchas seres — afirmé yo. — Cuando va usted a comenzar alguna nueva película, ¿hace usted un estudio preliminar de su papel, o va usted familiarizándose con éste a medida que se desarrolla la trama? — ¡Oh, no, no! Yo estudio el manuscrito una y otra vez, hasta que logro literalmente vivir la vida del personaje que voy a interpretar. Creo que todos debieran de hacerlo asi. Con ello se evita mucha pérdida de tiempo en las explicaciones que hace el director, y es a la vez este estudio una ayuda valiosa al director mismo, que tiene tantas otras cosas de qué ocuparse en su producción. Además, tengo la costumbre de hacer anotaciones de los trajes que en cada escena uso, pues quiero evitar el entrar en una escena con un traje, digamos, claro, cuando en la escena anterior vestía de oscuro. De esta ingenua declaración, podemos deducir lo cuidadosa que en sus labores de interpretación es la señorita Courtot. Y ello prueba el intenso interés que en su trabajo pone Marguerite. Somos de opinión que, si |i^ (continúa en la página 889)