Cine-mundial (1920)

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CINE-MUNDIAL Anécdotas de Cine El Reloj que se Atrasa Por Narciso Díaz de Escovar Dibuio de J. Icaza Frisconar LA t»bl¡g;ición (]ue gustoso me impuse de remitir a CINE-MUNDIAL un articulo todos los meses, más corto o más largo, nunca bueno por ser hijo de mi pluma, me proporciona hoy ocasión para reseñarles el nuevo Cinematógrafo que se ha inaugurado en esta ciudad, la que ostenta en su escudo las discutidas iniciales, que según algunos eruditos quieren decir, aludiendo a los católicos Reyes D, Fernando V y Da. Isabel: Tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando, Ha escogido el título de "Cine Ideal" y verdaderamente es ideal. En los jardines del Parque, entre macizos de flores y verdes arbustos, separada de ellos por un muro de piedra jaspeada, se encuentra una amplia escalinata de mármol, que da entrada a un suntuoso pórtico que recuerda las hermosas líneas de la arquitectura griega. Soberbios bajo relieves representando escenas de las edades antigua y media, decoran el vestíbulo. En el centro está la puerta que da acceso a las butacas. A la derecha se halla un notable salón de descanso, con alfombra roja y artesonado morisco, que cae sobre columnas de escogidas labores, sostenidas en elegantes pedestales. Las paredes recuerdan los afiligranados encajes de la Alhambra Granadina y de la Mezquita Cordobesa. La sillería es también de gusto árabe. Por un arco de herradura hay paso a otros jardines que ostentan en su centro una fuente de alabastro con surtidores copiosos, que se reflejan en una aguja de piedra, vestida de cristales de colores. La puerta de la derecha es entrada de otro salón de gusto japonés. Los testeros laterales se miran vestidos por ricas telas de la India, que dejan circunferencias en el centro para limpios espejos de biseladas lunas. En el frente hay una colección de grandes fotografías de las eminencias del Cine, mezclándose artistas norteamericanas, italianas, francesas y españolas. El patio de butacas es tan amplio que permite quinientos espectadores. Los asientos están forrados de terciopelo, con las iniciales del Cine bordadas en ama rulooro. Las galerías son amplias, con almohadones, y tienen balaustradas de hierro. El techo ha sido decorado por notables pintores escenógrafos. Presenta escenas de la mitología, presidiéndolas el dios .\polo, rodeado de las nueve Musas. En las esquinas hay relieves con atributos de las bellas artes. Todo es suntuoso en esti; Cine y no obs tante había una nota discordante, que va a ser objeto de estas cuartillas. Junto a la puerta de entrada se había colocado un reloj de gran tamaño, imitando los del estilo Imperio que, como es sabido, se forman por una gran caja, con adornos dorados, sobre la que descansa el reloj. Mas no pensó el empresario que aquel mueble en sitio de tanto paso, era una dificultad, pues al dar los obscuros, los espectadores al entrar, o al salir, tropezarían frecuentemente promoviendo ruidí-s y protestas. La noche de la inauguración asistieron al cine Doña Fuensanta Verde Limón, con su monísima hija Remedios, y con el novio de ésta, Pepito Consagrada, dependiente, que se decía principa], aunque en realidad era el único, de la Farmacia del Dr. Godínez. Nos corresponde hacer la aclaración de que Remedios es una chica preciosa, pequeña como una rosa de pitiminí, con unos ojos que causan más daño que dos barrenos de dinamita, y un cuerpo lleno de curvas que marean. F^n cambio su respetable mamá semeja un saco de patatas sobre el que descuella una cabeza de caricatura, con ojos salientes, nariz roma, boca descomunal y frente espaciosa coronada por un pelo rubio algo azafranado. El pobre Pepito es una víctima de aquel espantajo, pues su idolatraía por Remedios le hace sucunlbir a todo género de combinaciones y caprichos. La noche aludida, en uno de los intermedios, el joven dependiente de Farmacia se fijó en el reloj y después de dar su opinión, que por no perder la costumbre, le contrarió su futura suegra, acabó por decir: — 'Fíjese señora y verá cómo ese reloj va siempre atrasado. El otro día cuando me invitaron a visitar el Cine noté que llevaba diez minutos de retraso. Hoy tiene un cuarto de hora. — Alguna combinación del sinvergüenza del empresario — añadió con tono áspero doña Fuensanta. — Puede, puede que sea asi— respondió Pepito. Pasaron algunos días y de nuevo convidó el novio a su novia y al indispensable apéndice a pasar la noche en el nuevo Cine. Dicho y hecho. Los tres salieron para disfrutar del espectáculo, mas tomadas ya las entradas, un señor amigo, de esos pelmas (jue nunca faltan, detuvo a Pepito para hacerle una pregunta, que calificó de urgente, sobre la aplicación de un emplasto. Al detenerse dijo a las dos señoras: — Pasen ustedes, que voy en seguida. Cuando consiguió evadirse y hacer su entrada en el local, oyó gritos y vio gentes que se agolpaban. — ¿Qué ocurre? — preguntó. En esto se le acercó Remedios llorosa y diciendo: — i Ay, qué susto más grande hemos llevado! ¡Déjame, déjame, no puedo hablar! — Serénate, vida mía, y cuenta lo que ha pasado. — Verás. Entramos y estaba el salón muy obscuro. Mi pobrecita madre no vio ni recordó ese reloj, tropezó con él y el mueble vino al suelo con un ruido espantoso. —¿Pero se ha hecho daño tu madre? — Afortunadamente no. Fué cuestión de un segundo. Si no da un paso hacia adelante es indudable que el reloj la aplasta. Pepito se pasó el pañuelo por la frente, se limpió el sudor que el susto le había causado y exclamó: — Sea todo por Dios. Ya te dije yo que ese reloj siempre se atrasaba. BERT LYTELL HABLA... (viene de la página 860) artista, si no sabe renunciar a sus propias inclinaciones y a sus modalidades personales, fracasará, porque la tarea que se le encomienda es precisamente esa: ponerse en el lugar del personaje que el autor inventó y actuar de tal manera que parezca haber nacido así, tal como la obra lo requiere. — ¿Y hay alguna diferencia, por ese lado, entre el teatro y el cine? — La única diferencia es que el cine es más exigente que el teatro en ese sentido, ya ([ue, mientras en el teatro un actor puede trabajar en el mismo papel durante una o dos temporadas, en el cine, otro actor ha interpretado, durante el mismo período, ocho o diez personajes en otras tantas películas. La habilidad para variar sus interpretaciones es absolutamente necesaria, a menos que no le interese su profesión y guste de aparecer siempre como una especie de maniquí, sea cual fuere el carácter que se le confíe. — ¿ Cuándo descubrió usted que un actor debe ser siempre un estudiante de su arte, sea cual fuere el grado de popularidad que haya adquirido? (continúa en la página 889) _^^^ D¡^.i.T. 0A1