Mensajero Paramount (1931-1932)

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Mensajero tfarammint buen exito la implaca ble persecucion de las autoridades, llego a establecerse en Suff 1 a x con e! nombre supuesto de John Nelson ; no se dio pnnto de reposo en averiguar por el paradero de la George, y en descu briendolo despacho a Nueva York a su amigo de los dias de presidio, el s i e m p r e consecuente Pete, a quien entrego cinco mil dolares, destinados a mover la codicia, ya que no la conciencia, de la mujer fatal causa de todas sus desventuras. * * * Fiel a lo prometido a Montgomery, en lo primero que penso Pete al verse en Nueva York fue en buscar a miss George, que con el nombre supuesto de miss Barry vivia en elegante casa de uno de los barrios mejor habitados de la gran ciudad . Acicalado, pues, como segun su parecer convenia al alto e importante papel que iba a tocarle desempenar, fuese adonde la aventurera para llegar a la cual le sirvio de pasaporte su audacia ya que no su indumentaria, que era en verdad sobresaliente caricatura de la elegancia masculina en el siglo XX. — Usted dispense — dijo a guisa de saludo a la que le parecio real y guapisima moza. — i No solia llamarse antes Ethel George? No se ofenda por esto, senora... — agrego en tono conciliador como respuesta a la exclamacion poco amable con que la interpelada acogio la pregunta. — No mandan a nadie a la carcel por cambiar de nombre. .. — y en seguida, sin dudar del efecto que produciria la vista de ellos, mostro a la miss, desplegandolos en flamante abanico, los billetes que habia ido sacando del bolsillo. — Toda una fortuna, senora, y no es posible encontrar a esa mujer en parte alguna. . . Se trata de mas de doscientos mil dolares — anadio el muy ladino — , y quizas a estas horas ella se muera de hambre . . . — i Y si fuera yo la persona que busca? — insinuo la George a tiempo que detenia con un ademan al que ya hacia animo de retirarse. — i Es verdad eso que ha dicho del dinero? — Cinco mil dolares... para comenzar. . . — respondio muy solemnemente Pete. • — Usted ha ganado. . . — murmuro venciendo sus ultimas vacilaciones la falsa miss Barry. — Yo soy Ethel George. . . iQue tengo que hacer para conseguir ese dinero? — Decir lo que no declare en el juicio contra Jim Montgomery... — Si hubiese sabido donde estaba, hace mucho tiempo que lo hubiese ayudado... — suspire la codiciosa, a quien le parecio oportuno ponerse patetica y fingir que se le habian aguado los ojos. — Asi me gusta oirla hablar. . . Vaya a hacer las maletas y tomaremos el tren de la tarde. .. — concluyo Pete lleno de alegria. — i Bonita idea!. . . No quiero que me vean viajar con usted. . . — dijo la remilgada. — Tampoco me gusta a mi via jar con una mujer. . . — contesto Pete, que para devolver el desaire se irguio dignamente dentro de su ridicula facha de elegante a palos. — Sera mejor que vaya usted sola a Sufflax. . . Ire en el mismo tren, pero no se moleste si no le hablo . . . j Sufflax ! Era cuanto necesitaba saber la taimada de miss George, quien desde que Pete explico el objeto de su visita habia comenzado a concebir el plan que ahora se le presentaba claramente delineado. factible, de exito seguro. Ese mismo dia, a las pocas horas de la conversacion que dejamos transcrita, Ethel George salia pa ra Sufflax, mas no sin haber hecho antes que prendieran a Pete, al cual denuncio como sospechoso. Aunque nada se pudo probar contra el ex presidiario, su calidad de tal y el habersele hallado encima los cinco mil dolares fueron causa suficiente para que la policia determinara ponerlo a buen recaudo mientras se aclaraba de donde procedia la suma cuyo poseedor, temeroso de comprometer al amigo que se la habia dado, juraba y perju (Cont. en la pag. 33) PAGINA 30