Mensajero Paramount (1927)

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Mensajero ^arantount farándula, para solicitar del sheriff el permiso correspondiente para poder vender el . ■ ífi( o Maravilloso del Doc /<•;■ Powers, el cual lo mismo • servía para mandarín a uno al saron a su casa los tres Achicoria después «le un día do arduo trabajo en los plantíos de la granja. Terminada la cena, que fue frugal y amenizada con las pullas e indirectas de los hermanos mayores al licrmanito, presentóse en el comedor un jornalero, quien, temeroso de las consecuencias, descerrajó al Achicoria sénior, esta, al parecer, inocente pregunta : — ; No va a la función, mi amo? otro barrio que para limpiar metales, entre el bailoteo de la gentil María, los discursos al respetable del antipático Centellas y las horripilantes contorsiones del Hombre Montaña. Atribuyéndose facultades de sheriff, Harold entrególe al astuto Centellas la licencia o permiso que solicitaba, sin acordarse, o tal vez ignorando a sabiendas que pocos días antes su padre y sus dos hermanos echaron del pueblo a pedradas, con gran regocijo de la chiquillería y granujería del lugar, al célebre doctor Sanguijuela, y juraron hacer lo propio con el primer charlatán que se atreviese en lo futuro a sentar sus reales en Villa Achicoria. Coincidente con la llegada de Centellas y su barracón ambulante en los dominios de los Achicoria, los vecinos confirieron al sheriff el honor más grande que puede conferirse a un hombre, aunque éste se llama Achicoria, cual es el de hacerle guardador de veinte y tantos miles de dólares reunidos por suscripción popular para la construcción de una presa. Al caer de aquella tarde, que era la del debut de la farándula de Centellas, regre PAGIR l Id — ¿ De qué función jertas hablando, so idiota? — replicó el Achicoria padre. — La del curandero . . . Junto al río está instalado ya el teatro de ruedas — replicó el interpelado. El padre lanzó a sus tres hijos una mirada que era, no un poema, sino un epitafio. Así por lo menos le pareció a Harold, quien para no ver la sonrisa burlona de sus hermanos, bajó monjilmente la mirada por detrás de los cristales de roca de sus enormes quevedos de carey. ■ — i Quién les ha dado a esos titiriteros permiso para dar función en el pueblo? — inquirió el padre amenazador y colérico. — ¿Fuiste tú el que les dio permiso a esos matasanos para que vendiesen sus menjurjes y porquerías en el pueblo? — le dispara Achicoria a su hijo, y, en seguida ; añade : —Ya que te gusta atribuirte funciones de sheriff, ahora mismo irás al río y suspenderás la función. Si por virtud de un descomunal fenómeno telúrico en aquel instante se hubiese abierii la tierra para tragarse a su padre y a sus dos hermanos, no habría recibido Harold el formidable choque que sacudió todas las fibras de su cuerpo al oir el terrible mandato paterno. Armado de la resplandecientt chapa de latón que distinguía al sheriff de los demás mortales y le impartía la autoridad de si elevado cargo, nuestro Harok dirigióse, temblándole las piernas y tictaqueándole desacompasadamente el corazón, hacia lá orilla del río en donde estaba instalado el teatro ambulante de Centellas, ante el cual llegó abriéndose paso entre las patas de los curiosos, por el socorrido procedimiento de andar a gatas, en el instante er que Centellas gritaba: — ¡ Ahora verán ustedes señoras y caballeros, a joven más hermosa que h: respirado el aire. . Ver a la hermosísim; joven aludida tan vehe mentemente por Centella' y cortársele la respirador