Mensajero Paramount (1927)

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Mgnsq/era ^aramaunt a Harold, fué todo obra de un segundo. Sin embargo, repuesto pronto de su asombro, como si la visión de aquella beldad le hubiese impartido bríos que el jamás soñó que los tuviera, adelantóse Harold hacia la carreta del curandero y después de asegurarse de que llevaba la estrella de sheriff bien prendida en la soílapa, le dijo a Centellas: — Mi padre me manda aquí a suspender la función ... si no le es a usted molestia. — ¿ Con qué autoridad me manda usted suspender el espectáculo que para solaz e instrucción de los vecinos de este pueblo estoy dando? — preguntóle el muy socarrón de Centellas al hermanito. — ¡ Con ésta ! — replicó enérgicamente el mancebo, llevándose la mano hacia la solapa donde él creía que relucía aún la estrella de sheriff, la cual, con arte de prestidigitador, Centellas un momento antes había clavado en el asiento de los pantalones de Harold. Una carcajada general, acompañada de un jtorrente de silbidos y gritos, acogió la cruel ¡broma de Centellas. Sólo a una persona, de üas docenas que allí estaban reunidas, pareció dolerle la burla que el curandero acababa de hacerle a aquel muchacho. María, la víctima de Centellas, a quien se veía obligada a seguir por la fuerza, simpatizó desde ese Instante con el corrido I y acongojado Harold I y odió más que nunca ,al autor de la canallesca hazaña. ' Af oriundamente paira Harold y también i para María, la inesperada aparición en la plazoleta del padre y de los hermanos de Harold, ¡trizo cesar como por arte de brujería las risas : el escándalo, y la escena convirtióse en un /erdadero campo de Agramante, del cual pronto fueron los dueños y señores los justicieros Achicoria. Aprovechando un momento de confusión, Harold se escabulló como una anguila huyendo de su airado padre y de sus vengativos hermanos, para encontrarse, instantes después, abrazado a la angelical María, quien en medio de una inundación de lágrimas rogaba a su salvador que la librase para siempre de la tiranía de Centellas y de los intentos de seducción del brutal Hombre Montaña. Conmovido Harold y calado hasta los huesos, no tanto por efecto de las lágrimas de María como por el chaparrón que bajaba de las nubes, comprendió que su obligación, a fuer de hombre hospitalario y cortés con el bello sexo, era llevarse a la jovencita a su casa, y así lo hizo, con lo cual, como comprenderá el que leyere, metióse el hermanito, sin querer, en un compromiso muy superior y mucho más serio que el que le acarreó la usurpación de funciones del sheriff. Para colmo de males, a la madre de Hank Hooper, el enemigo mortal de Harold, se le ocurrió en mala hora velar por la moralidad de Villa Achicoria y por el honor de la huérfana, y, cargada de buenas intenciones, dirigióse a la granja de los Achicoria para reclamarle a Harold la custodia de la jovencita, lo cual le fué concedido, bajo protesta, a la entrometida señora. Mal lo hubiera pasado nuestro héroe si un suceso gravísimo para el honor y buen nombre de los Achicoria no hubiese venido a turbar la patriarcal paz de la comarca. De una manera tan extraña como misteriosa, la mañana del día en que el sheriff tenía que entregar el dinero recaudado por los vecinos para la construcción de la presa, al ir a abrir PAGINA 11 J