Mensajero Paramount (1927)

Record Details:

Something wrong or inaccurate about this page? Let us Know!

Thanks for helping us continually improve the quality of the Lantern search engine for all of our users! We have millions of scanned pages, so user reports are incredibly helpful for us to identify places where we can improve and update the metadata.

Please describe the issue below, and click "Submit" to send your comments to our team! If you'd prefer, you can also send us an email to mhdl@commarts.wisc.edu with your comments.




We use Optical Character Recognition (OCR) during our scanning and processing workflow to make the content of each page searchable. You can view the automatically generated text below as well as copy and paste individual pieces of text to quote in your own work.

Text recognition is never 100% accurate. Many parts of the scanned page may not be reflected in the OCR text output, including: images, page layout, certain fonts or handwriting.

Mensa/era ^aranuuutt gran tesoro, y acabó diciéndole a Amando que si no podía poner más gente en el servicio era inútil que siguiera porfiando. Ante el dilema, Amando decide obtener el auxilio de los empleados de la agencia del torcido Tennyson, y, hecha la propuesta a los tales, estos saltan de alegría ante la oportunidad extraordinaria que se les ofrece de hacer un gran robo. Como es natural, aceptan al punto las ofertas de Amancio, y se establecen, con gran lujo de aparato, en el elegantísimo palacio donde habían de guardarse, hasta que se vendieran, las joyas de la corona del país que había caído en bancarrota. Entrar los detectives en la casa y empezar a desaparecer las joyas fué todo uno. pcm Amancio, en su suprema tontería se pasaba de listo, sin duda por confirmar el estribillo de que los extremos siempre se tocan, y arreglábase de suerte que siempre recuperaba lo robado. Por fin, los falsos detectives, al mando de Tennyson, formularon un plan para acabar de una vez el negocio y llevarse todas las joyas, de un golpe, a lugar -t-un.. donde pudieran disfru S tar tranquilamente del producto de su fechoría. Para ello armaron, llegado el momento oportuno, una tremebunda conmoción en la que hubo gritos, carrera-, desmayos y obscuridad, mucha obscuridad, pues buena maña se dieron de que las luces se apagaran, y. al restablecerse el orden, al hacerse otra vez la luz. a Amancio. la princesa y al viejo príncipe parecióles que todo había sido obra de encantamiento, algo así como la aventura de Don Quijote en la venta, pero con resultados mucho más prácti PACINA is eos para los encantadores, por cuanto había desaparecido la voluminosa caj del tesoro y con ella toda la retahila de detectives, como si la tierra se 1< hubiera tragado en un abrir y cerrar de ojos. Amancio, que a pesar de sus lupas ya hemos visto que no alean zaba más allá de sus narices, con lo menguado de su entendimienw abría los ojos desmesuradamente, cual si fueran a saltársele d las órbitas, y, después de muchos visajes, acabó por sospecha nada más que a sospechar, que en todo ello andaba la mano ocult de su antiguo jefe Tennyson. Agarrado a este rayo de luz, e> traordinario para su pensamiento, dirigióse inmediatamente la guarida de sus antiguos compañeros, y, efectivamente, por algo faltare, allí se convenció de que ellos eran los ladrones, si que lo dudara ya, por cuanto la caja se hallaba en el centro <1 una de las estancias subterráneas de los bandidos detectives. Los ladrones empezaron, al momento, a hacer grandes esj fuerzos por abrir el cofre, pero, como nada de provecho logrararl decidieron ir a bu; I car a una vieja mu] versada en materi de explosivos pa que abriera la caj con el auxilio d unos canutos de d namita. Llegó la vieja d namitera al cubil d los ladrones, y, vist el caso, todo fu hacer fantástica manipulaciones d pólvoras y fulminar