Mensajero Paramount (1927)

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Mensa/era tfaranwunt "La Hora de Amar" ADOLPH ZIKOR y JESSE L. LASKY presentan a RAYMOND GRIFFITH u i» LA HORA DE AMAR (''Time to Love" ) WlLLIAM POWELL y VERA VORONINA Productor asociado B. P. SCHULBERG REPARTO Raimundo Casanova Raymond Grifflth Marqués del Dado William Powell Condesa Elvira Vera Voronina El padre de Elvira Josef Swickard Primer duelista Mario Carillo Segundo duelista Pierre de Ramey institutriz de Elvira Helene Giere íspiritista Indostano Alfred Sabato Producción de A. FRANK TUTTLE Asunto original de ALFRED SAVOIR Versión cinematográfica de PIERRE COLLINGS Película Paramount fantasmas, tampoco tenía fe en los dulces dones que el amor depara, porque hombre más desgraciado en amores que Casanova no lo había, y ya cansado de vivir se dijo un día: "Si el amor es la vida, indudablemente la vida no se ha hecho para mí, ¿para qué, pues, seguir viviendo?" Y encaramándose al primer puente que se le apareció en el camino, arrojóse a las aguas turbias que la casualidad le deparara, dispuesto a acabar de una vez con sus dolencias amatorias y con la confusión terrible de su existencia. Mas, se dice que no hay mal que por bien no venga, y el muy menguado amante, al querer extinguir definitiva ARGUMENTO LA bellísima condesita Elvira y su padre eran le aquellos seres que, , fuerza de curiosilad en todo lo que a jspiritismo se refiere, caban por creer a pie untillas en las virtutes extraordinarias de ps espíritus. Los tales entes injisibles, inspirados lor las dádivas munjanas del Marqués del Dado, que aspiraba j la mano de la condesita, decretaron que jebía celebrarse el matrimonio de ambos, así, se dispuso que la boda se celebrara .1 in tardanza. Pero, parafraseando un reirán antiguo, cabe bien aquí el decir que >s espíritus proponen, pero a fin de cuentas 1 amor dispone . . . Raimundo Casanova, \ creía mente la trémula luz de su desesperada vida, cayó, no en las aguas que debían de haberle servido de mortaja tenebrosa, sino en los mismísimos brazos del amor, que no eran otros que los de la condesita Elvira, que, en frágil barquilla, pasaba por debajo el puente en el mismo punto y razón en que Casanova, maldiciendo de su suerte, se confiaba, con ademán de tragedia, al espacio que separaba la barandilla de la corriente, la muerte de la vida . . . Aquél accidente vino a dar al traste con todos los planes de los espíritus, que tuvieron ;^. que declararse derrotados ante el amor humano, muy humano, que surgió entre Casanova y la muy linda condesita. Mas, ¿qué hacer del Marqués del Dado, el prometido de Elvira, el marido escogido por todos los duendes y espíri tus que dictaban y se entrometían en todas las cuestiones importantes de la familia? Además, por si esto fuera poco, daba la rara coincidencia de que el tal marqués era uno de los mejores amigos de la infancia del ya feliz e ilusionado Casanova. ¿ Cómo, pues, triunfar en la lid de amor sin traicionar al viejo amigo? Las circunstancias, siempre grandes salvadoras y pródigas en recursos, estuvieron a punto de poner remedio a todo. Ocurrió que, por un quítame allá esas pajas, Casanova y el marqués concertaron un lance tremebundo que no podía tener otro fin que la muerte de uno de los adversarios y rivales, y, claro está, ¿por qué dudar de que triunfara, coma suele ocurrir, el más enamorado de los dos duelistas? Casanova ya se veía en el pináculo solemne de la victoria, mas como lágrimas ablandan peñas, el marrullero del marqués se las arregló de suerte a acolchonarle el alma a Casanova, hasta dejársela más muelle que un merengue, dejándolo convencido de que a él, al marqués, era a quien amaba la condesita, y que si lo mataba iba a matar también a la niña de sus amores, que, débil para resistir tan rudo golpe, no podría menos que disiparse en todas sus formas carnales y divinas para ir a vagar, cual alma PAGINA 21