Mensajero Paramount (1927)

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Mensajera §*aramaunt en pena, por las pobladas regiones de los míseros espíritus. Puesta la cosa en esta forma, convino Casanova en desaparecer completamente de la escena. Para ello se dejaría matar en el desafio, es decir, se dejaría c a e r por muerto y consentiría en un entierro simulad.', \ marcharíase para el extranjero, lejos, muy lejos, donde su memoria de enamorado y de duelista se perdiera en la eternidad y se disipara entre los velos del olvido. Todo se llevó a cabo de acuerdo con el programa delineado, y, tras varios disparos d e 1 marqués, cuyas balas pasaban más cerca de la cabeza de Casanova que lo que la prudencia y la amistad aconsejaran, cayó el héroe sobre el campo del honor en el preciso momento en que llegaba corriendo la condesita, que, abalanzándose sobre el supuesto muerto, le colmaba el oído con frases de desesperación y de ternura. — ¡ Casanova ! ¡ Casanova ! ¡ Mi amor, mi vida, mi cielo ! ¿ Por qué has tenido que morir cuando más te amaba ? ¿ Qué será de mí a manos de este marqués que odio y aborrezco con toda la fuerza de mi alma?. . . A punto estuvo de resucitar Casanova al oír las palabras ardientes de la joven, pero contúvole lo sagrado del ron trato. Había muerto para ella. Ya no sería sino un fantasma más en la memoria de aquélla que decía que tan bien le amaba. Levantaron el supuesto cadáver y, ya apartado del lugar, Casanova volvió a reintegrarse al seno turbulento de la vida. Debía irse. pero no se resignaba a hacerlo sin antes lanzar una postrer mirada a la cara adorable de su amada. Para ello se disfrazó de espíritu, empresa fácil con el auxilio de una sábana, y fuese derecho a la casa de la condesita, para acari "k .;\ ciarla, una vez más, aunque fuera de lejos, con el efluvio pasión;) de su mirada. Casanova no dudaba que había sido engañado, pero desdeñab romper el malhadad pacto. Al llegar a casa d la condesita, encor tro que ésta ya este ba a punto de a sarse. Los acorde de la Marcha Nuf. cial le resonaban ce mo si despertara d un macabro sueño, 3 en un impulso supre mo, afirmóse en s voluntad de no peí der tesoro tan prt ciado. Desde un galería, saltó de irr proviso sobre escena, levantó a joven en sus brazc )• salió con ella a la calle, acelerando la fuga en un automóvil cuye cilindros parecían ir a reventar de pura prisa. Fueron perseguido, pero los fugitivos lograron llegar a un lugar donde había unas ees tas descomunales, y se escondieron en el seno de una de ella: Las cestas estaban unidas a unos globos cautivos que debían en plearse como blancos en unas prácticas de artillería, y, cuando s dieron cuenta, halláronse los dos amantes en el espacio, siendl blanco de los disparos de los artilleros. Al poco tiempo, su globo fué hecho trizas, cayeron los fugitivo dando tumbos por el aire cual si fueran derechamente a estrellarst contra la corteza de la tierra, pero, cuando yí parecía que no había salvación para ellos, abrid ronse unos paracaídas, y empezaron a bajar len tamente, con balanceo de trapecio, hasta ir posarse blandamente, como dos palomaijl airulladoras, sobre la misma casa donde hajj bía dado principio la interrumpida boda de" marqués con la condesita, y, co| mo todo estaba preparado par. hacer digno honor a Himeneo. uniéronse en matrimonio Casa nova y la bella condesita Elvira y, desde aquel día, desaparecie