Mensajero Paramount (1927)

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Mensa/ero ffarammuvt PAZ EN LA TIERRA" ARGUMENTO Narración de C-ornelius "IRA en los días aciagos del agosto de 1 j 1914 cuando sonó por los campos verdeantes y apacibles de la Normandía pregón anunciador de la catástrofe, para ichos increíble, de la guerra. El alemán )ía traspasado las fronteras del Rin y se xipitaba como una avalancha sobre París, ;ioso de dar el golpe de muerte que aca:a con el espíritu inmortal de Francia. ■ s jóvenes acudían presurosos a alistarse a s para ofrecer su sangre en holocausto la patria, y María vio como partía su mano para el frente dejando abandona) las labores de la cosecha que ahora queja por entero a cargo de ella, por ser desiado anciano su padre para los rudos bajos del campo. Í 'asados los primeros días, cuando el horite de Francia se presentaba con los más .jros colores, casi perdidas por entero la y la esperanza, vinieron aquellos ¡os en que, cambiando repentinajnte la suerte de los combates, el migo teutón emprendió la retira da, dejando abandonados a la retaguardia buen número de combatientes que no tuvieron otro recurso que rendirse a discreción, dejando caerse prisioneros. El alto mando militar francés requisó la finca de la familia de María y construyó alrededor de los campos una alambrada, convirtiéndola en campo de concentración para los prisioneros. María, cuyo patriotismo era de los más exaltados y verdaderos, al dolor de ver la partida de su hermano, de ver casi abandonada la casa ancestral con todos sus frutos en la época de la cosecha, tuvo que soportar el que le ocasionaba la obligación de atender, alimentar y cuidar de los prisioneros, los enemigos de su patria, los que habían invadido la tierra y disparaban en las trincheras contra los propios miembros de su familia. María, no obstante su natural ternura e inclinaciones bondadosas, se esforzaba por odiar a aquellos hombres que la rodeaban y que la miraban, muchos de ellos, con miradas de deseo. y la piropeaban con palabras que no entendía. Entre los que no apartaban la vista de María se encontraba Osear, un joven alemán que había pasado buena parte de su vida en París, como empleado de una casa de comercio. Dicho sea en honor del prisionero, no eran vulgares los sentimientos que embargaban su alma. En silencio, con las restricciones que su calidad de enemigo le imponían, Osear alentaba un sentimiento digno, p u r o, que no se atrevía a expresar, estaba enamorado de la hermosa María. * * * — ¡ Socorro ! . . . ¡ Socorro ! . . . — gritaba en las primeras horas de la noche la guardiana del campamento de prisioneros. Y oíanse otros gritos e imprecaciones que salían de la casa del granero. El lugar era apartado y de poco hubiera valido el gritar si Osear, a quien se había dado un trabajo en las labores de la granja, no hubiera estado cerca del granero de donde partían los gritos. Reconociendo la voz de María, sin vacilar, echóse sobre la puerta y se encontró a la joven luchando por desasirse de los brazos de un sargento francés que había creído propicio el lugar para llevar por obra sus malsanas PAGINA 5