Mensajero Paramount (1927)

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Mensajera ^arantouní ner sus umbrales hasta que pudiese hacerlo en compañía del malvado que de su hombría de bien tan vilmente se burlara. Al dar la vuelta a una esquina. Waldo se encuentra cara a cara con el hombre que buscaba. Este, que no era cojo, al ver a su víctima, echó a correr como un gamo. Cuando 'Waldo está a punto de al ladrón, éste se agarra al extremo de una larguísima escalera de las que instaladas en un autocamión usan los bomberos para subir a los rascacielos incendiados. Waldo hace lo propio, y perseguido v perseguidor llegan a la estación de bomberos después de una carrera desenfrenada, en donde les obligan a vestirse el uniforme del cuerpo, pues parece ser que por aquellos días la ciudad andaba corta de esta clase de heroicos servidores. Una noche, mientras Waldo y el ladronzuelo estaban solitos de guardia en e cuartel, sonó la campana de alarma, y aquéllos para no despertar a sus compa ñeros que (lcrniían como unos lirones, se embarcaron en una bomba y echando chispas se dirigieron al lugar de donde había partido la voz de alarma, mas cuando nuestros héroes se aprestaban a entrar en funciones, una voz femenina les erte que no hay fuego en la casa, que lo único que ocurre es que a la niña que llamó a la estación (que es nada menos que la hija del jefe de bomberos) se le escapó una rra y quiere que los i< mberos se la bajen de las ramas de un .altísimo árbol donde fué a posarse. Por complacer a la hija del jefe, que es joven y guapa. Waldo \ su compañero, con quien ha firmado una tregua, descienden el animalito del árbol y lo depositan en mai su ama. Otro noche, en que los fia maníes bomben» están de guardia, Dora, (pie asi se llama la hija del jefe, vuelve a llamarlos para que le suban el piano del quinto al décimo piso. en donde una amiguita quiere dar un baile. Walsu compañero cargan con el piano escalera arrila en vez de hacerlo por el ascensor. D r agí y a :6 pues de sudar la gota gorda, nuestros héroes llegan al piso décimo con el instrumento hecho trizas. Como quiera que el jefe se da cuenta de los frecuentes viajes de las bombas a su casa con el pretexto de apagar incendios, que no existen, ordena que en lo futuro no respondan ninguna llamada de su hija. Mientras tanto, Waldo y su compañero continúan siendo el hazmerreír de todo el mundo en el cuartel por sus estupideces y tonterías. Pasan los días y una noche, cuande menos nuestros amigos lo esperaban, suena el timbre de alarma, pero nadie h hace caso por proceder la llamada dei domicilio del jefe. Mas en esta ocasión no se trata de alcanzar una cotorra, ra ele subir un piano al décimo piso, sim de un incendio que amenazí destruir el edificio y sepul tar en sus escom bros a la hechicen Dora. — ¡ Salvadla bomberos ! — grit el jefe a sus heroi eos subalternos Waldo y su compa ñero son los prime ros en llegar al pi so donde se encuer. tra Dora envueltl en llamas. Waldo convertido en un; verdadera salamarr