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Mensa/era tfaranwunt
Adolph Zukor Jesse L. Lasky
Presentan a
W A L L A C E
BEERY
R A Y M O N D
HATTON
Aquí los tenéis — los dos actores más chistosos que aparecen juntos en películas. Guardad la risa para cuando los veáis vestidos de bombero dispuestos a apagar el sol.
'Salvadla.,
Bomberos
con
JOSEPHINE DUNN TOM KENNEDY
Producción de Edward Sutherland
dra o en una especie de ave Fénix, se lanza por entre las amenazadoras llamas en pos de Dora, a quien logra salvar y entregar 'incólume, aunque sin sentido, en brazos de su padre.
Imagínese la alegría y admiración del padre ante la heroica hazaña del más torpe de sus subalternos.
Apenas el jefe ha abrazado y besado a Waldo, cuando Dora vuelve en sí de su desmayo y al buscar a su alrededor con la mirada al capitán Kennedy (su novio) y no hallarlo, la atribulada joven implora a Waldo que vuelva a subir al quinto piso a buscarlo. Waldo y su compañero titubean unos instantes, pues no es Kennedy, a su juicio,
un ser digno de ser salvado, pero al fin pueden más las lágrimas de una mujer que el odio de dos hombres, y ambos se lanzan nuevamente a las llamas por salvar al hombre que tanto aborrecen.
Al llegar al cuartel, el ladronzuelo de los cien dólares descubre en el pecho de Waldo la letra W perfectamente tatuada. El ladrón queda atónito por unos segundos sin atreverse a pronunciar palabra. Igualmente le sucede al capitán Kennedy, a quien aquel pecho y aquella W no le son del todo desconocidos.
— ¿ Acaso eres tú Waldo, aquel que nunca se acordaba de su nombre y por eso su padre le tatuó la inicial en el pecho? — le dice
el ladronzuelo.
— ¿Y acaso eres tú Roy, el sinvergüenza que me robaba las empanadas y un día, hace tres meses, me robó cien dólares ? — pregunta Waldo.
Tom Kennedy, el más fuerte y juicioso de los tres antiguos compañeros de escuela, al ver que Waldo iba a descargar un tremendo puñetazo en plena nariz de Roy, se colocó entre los dos contrincantes, recibiendo el sopapo que iba destinado a Roy. Este, al ver que Waldo estaba decidido a descalabrarlo, volvió a gritar, ¡ pies para que os quiero !, y echó a correr por la calle seguido de Waldo, que sin cesar gritaba :
— ¡ Detenedlo ! ¡ Detenedlo !
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