Mensajero Paramount (1927)

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Mensa/era ^aramxmnt ocultar su rostro tras de unas barbazas que lo envejecían. Ya completamente afeitado, huida la dignidad de rostro que antes le distinguía, diñase que el fondo del hombre había experi mentado un cambio comparable con el de sus facciones. Allí empezaron las juergas, los bailes y las borracheras, ha que un día, al despertar de una de aquellas menguadas bacanal encontróse tendido en la cama de un hotel de mala muerte, solo, < un profundo estupor en la cabeza y sin poder darse cuenta exacta dónde estaba ni de lo que le estaba pasando. Poco a poco fué v viendo a sus sentidos y se palpó los bolsillos. Tuvo un sobresal Le faltaba algo, una cartera voluminosa que siempre llevaba consá Se sacudió la cabeza y volvióse a palpar con mayor cuidado y p mura. De repente la idea de la realidad vínosele a la mente. Ha' sido robado. La mujer había desaparecido llevándose los valo que le había confiado el Banco. Salió del cuarto precipitadamente, vistiéndose a medida que di cendía la escalera, y al llegar al zaguán del hotel, preguntóle al e pleado si sabía quién era la mujer que había estado con él aque noche, y dónde podía encontrarla, a lo que le contestó el emple; que probablemente la encontraría en un cabaret de mala reputae que estaba algo más arriba de la misma calle. Ebrio de desesperación, Augusto entró al cabaret indicado, y, e t tivamente, allí encontró la fulana, la seductora, la ladrona de su \ y de su honra. Dirigiéndose a ella le rogó y porfió que le devolví los valores, pero ella se le rió en la cara, lo llenó de denuestos e h ademán de marcharse. Al verla salir, Augusto se precipitó sol ella, fuera de sí, dispuesto a cometer una violencia, pero un sillet: de uno de los compinches de la hembra lo dejó sin sentido y tend tan largo como era. Creyendo haberlo muerto, los tahúres del cabaret lo sacan afui y lo ponen sobre los rieles del ferrocarril que corre a lo largo de muelles de Chicago. Uno de los rufianes, antes de abandonarlo, tando las sortijas y la cadena del reloj, empieza a desvalijarlo aquellos restos de su propiedad, pero en el momento aquél, Augu: recobrando los sentidos, lo suficiente para darse cuenta de estaba siendo otra vez robado, hace un esfuerzo sobrehumano v ai rra al salteador, entablando con él una cruenta lucha cuerpo a cuet r.-icn i 22 —